No hay obra de arte que sea un fracaso, porque ninguna se termina con menos de lo que se empezó.
Jeffrey Catherine Jones
Introducción.
En el cómic ha habido y hay personalidades complejas. Toda dedicación de tipo artístico las produce de forma natural. A veces estas personalidades no encuentran fácil acomodo en un tipo de trabajo que tiene además de lo artístico, elementos industriales. Algunos no soportan los imponderables del medio y si pueden, intentan dejarlo. Las profesiones alternativas son de lo más variado; van desde anticuario a funcionario, pero lo más normal suele ser el arte galerista o la ilustración.
El arte de las viñetas pone de manifiesto en su grafía la personalidad de su autor, aunque no siempre de forma clara. Por ejemplo, el cómic tradicional comercial permite enmascarar muchas de las dudas interiores que atenazan a los que las hacen. Se ‘tira’ del ‘fondo de armario’ del conocimiento artesanal de la profesión y ya está. La cosa puede quedar mejor o peor, pero apenas filtran al exterior las inquietudes internas.
En el ‘cómic de autor’, las puertas no pueden cerrarse al exterior con tanta facilidad. Este tipo de trabajo aporta mucho más del núcleo central de la personalidad y el hermetismo difícilmente se puede mantener. De un dibujante con estas características vamos a hablar.
Recuerdo que la primera vez que vi un cómic del autor que hoy tratamos pensé en mi tosquedad juvenil: ‘¡Que tío tan raro!’. Raro o no, dejó en los pocos años que trabajó en el cómic una huella profunda, todo ello con muy poca obra a sus espaldas y en una carrera absolutamente meteórica. Hoy nos asomaremos al telescopio de nuestro blog, para observar una estrella fugaz en el mundo del cómic de los años 70, su nombre:
JEFF CATHERINE JONES
Para los más morbosos y/o curiosos diremos que Jeff Jones figura en la actualidad en la lista de mujeres más famosas que se han dedicado al cómic. Es decir, que se sometió a una operación de cambio de sexo. Aunque en el fondo de este tema no vamos a entrar, lo que nos produce perplejidad es que Jeff Jones fuera capaz de generar en lo gráfico mujeres de una sensualidad tan acendrada.
Como no estamos en su cabeza, no podemos dar respuesta a estos interrogantes, ni conocer los detalles de su cambio de identidad sexual, solo podemos reseñarlo y pasar a un pequeño resumen de lo poco que conocemos de su hermética personalidad.
Para empezar diremos que algunos de los que le entrevistaron en los 70, terminaron ‘de los nervios’, pues nuestro autor se mostraba en las conversaciones como un auténtico frontón. Por ejemplo, Ranieri Carano lo define con bastante mala leche en 1977: ‘Era bello, incluso bellísimo, y tenia un largo cuello que semejaba más el de una cigüeña que el de un hombre’. En esa época sus repuestas eran tan evanescentes como pompas de jabón. Nada extraño si lo comparamos con los temas de sus historias, que dejan a sus lectores inmersos en una profunda interrogante interpretativa.
Infancia y Nueva York.
Jeffrey Jones nació en el sur profundo de EEUU. Llego al mundo en Atlanta, en un 10 de enero de 1944. De su infancia recordaba una gran casa de piedra, rodeada de flores, especialmente magnolias. También recordaba a una tía abuela ciega que le hacia una extraña pregunta: ‘Jeffrey, por favor, dime como son los colores de la mañana’. No sabemos las respuestas que le podría dar a la anciana un niño de cuatro años.
En la década de los 50, su infancia y adolescencia estuvo teñida de su fascinación por los ‘Sputnik’ rusos y por los experimentos que hacia con un compañero de juegos, relativos a la fabricación casera de extraños objetos voladores, que chamuscaban la ropa tendida del vecindario. El interés por estos temas perduraría inicialmente y estudio Física y Geología.
Decidió marcharse de Georgia, lugar en el que había vivido los 23 primeros años de su vida. Llegó a la ciudad de Nueva York en un frío y lluvioso mes de febrero e inició la búsqueda de casa para él, su mujer y el hijo que estaban esperando. Recorrió todo Manhattan, con los zapatos totalmente encharcados, hasta encontrar un cuchitril en el barrio puertorriqueño del ‘West Side’. Su mujer Louise (que terminaría siendo la esposa del dibujante Walter Simonson), se reunió con él al poco tiempo en avanzado estado de gestación.
El primer año fue muy duro. Luego poco a poco, conseguiría abrirse camino con su trabajos en la editora ‘Gold Key’ (Flash Gordon, Mandrake y Phanton). Más tarde encontró trabajo en la editorial Warren, donde hizo varias historias de terror y portadas.
En USA es costumbre ‘tomar nota’ del artista ‘hot’ del momento, y en aquella época sin lugar a dudas era Frazetta, así que Jeff se dedicó a homenajearle ampliamente mientras desarrollaba su propio estilo.
En 1971 la revista ‘National Lampool’ le dio su primer trabajo importante con ‘Idyl’ (aparecería por primera vez en su nº 22, del mes de enero). Idyl es un personaje del que Jeff ha manifestado siempre su dificultad en definirlo y para no contradecirle, a nosotros también nos costaría hacerlo. Durante todo este periodo pasó buena parte de su tiempo en el Museo Metropolitano estudiando a sus pintores favoritos.
En 1972 desarrolla una amplia labor ilustrativa en las revistas ‘Amazing Stories & Fantastic’, ‘Swank’, ‘Psycho’, etc. También entinta para Berni Wrightson el primer episodio de ‘La cosa del pantano’.
Después de seis años de estancia en Nueva York, en 1973 se traslada a Woodstock. Allí comparte casa y estudio con su familia y un artista local. Después de dos años de trabajar inmerso en la naturaleza regresa a ‘la gran manzana’, al sentirse según dijo ‘prematuramente jubilado’.
En 1975 un editor francés prepara un libro sobre ‘Idyl’ y le invita a ir a Francia para hacer una exposición que coincida con la publicación del libro. Allí encuentra difícil comunicarse, pero se esfuerza por conocer el país e incluso más adelante llegará a visitar España, donde se interesa por la meseta castellana. Se le pudo ver por Valladolid y Segovia.
STUDIO.
El año 1976 es especialmente fructífero par Jeff Jones. Funda junto a Mike Kaluta, Barry Windsor-Smith y Berni Wrightson el mítico ‘Studio’. Después de dos años de intenso trabajo, el grupo seria tomado como una posible alternativa a la vieja guardia del cómic norteamericano.
Siempre hablaba bien de ese periodo: ‘Nunca he vuelto a tener una densidad de ideas artísticas tan grande. Abordábamos problemas como la definición de ‘tamaño natural’ del cuerpo humano, (…) pero muchos problemas eran de una definición no solo difícil, sino imposible.’ Como se puede observar los problemas que obsesionaban a Jeff Jones entonces no eran los que preocupan al resto de los mortales.
Los miembros del grupo terminarían defraudando las esperanzas que en ellos se habían puesto y Jeff comenzó a emigrar desde el cómic hacia otros terrenos del amplio mundo artístico.
Ese mismo año (1976) vuelve a viajar a Europa. Allí su éxito ha sido tan grande que le han concedido el ‘Yelow Kid’ al mejor autor extranjero en la Feria del Cómic de Lucca. En un hermoso salón de corte neo-renacentista dio una conferencia sobre lo que a él le parecía debía de ser el arte.
En sus declaraciones y entrevistas de aquel tiempo se aprecia claramente que para él, la creatividad era una especie de fiebre que le invadía de improviso, como lo era para los románticos: ‘El estado de creatividad me ataca frecuentemente cuando no creo estar preparado para ello, a veces incluso cuando duermo. Cuando despierto, en muchas ocasiones se exactamente como va a ser la obra y cual va a ser el resultado de la idea plasmada en el lienzo.’
En 1981 recibe el encargo de una nueva serie para ‘Heavy Metal’ (versión anglosajona de ‘Metal Hurlant’), se llamará I’m age’ (yo soy el tiempo). Sin embargo Jeffrey parecía haber ya perdido su ‘hilo dorado’ con el cómic y se encontraba mucho más cómodo en la ilustración y el arte galerista.
En 1993, en la colección ‘Eros’ de Fantagraphics aparece publicada la recopilación de sus obras a color bajo el título de ‘Touch Jones’.
A mediados de los 90 cambia de sexo y adopta el nombre de Jeffrey Catherine Jones. En una de sus entrevistas declaraba: ‘La testosterona garantiza la agresividad, lógicamente por ello, los hombres tienden a dibujar y pintar de una forma mucho más agresiva.’
En el 2002 sufre una terrible crisis nerviosa que le hace perder todas sus propiedades e ingresar en un psiquiátrico. Para hacer frente al pago de los honorarios médicos (que en USA no son poca cosa) se ve obligado a saldar la mayor parte del material que había almacenado a lo largo de más de treinta años de trabajo artístico.
Jeffrey definiría lo acontecido con toda crudeza en su página Wed en el 2003 de la siguiente forma: ‘Aproximadamente hace una año y medio sufrí una grave crisis nerviosa. Estuve hospitalizada alrededor de seis meses. Durante ese tiempo perdí mi casa, mi estudio y todas mis pertenencias. Ahora vivo en un piso comunitario para enfermos mentales y sobrevivo gracias a la asistencia social’. Añadía disculpas por no haber podido cumplir sus compromisos contractuales y terminaba con un ‘… en estos momentos soy incapaz de pintar, pero tened fe.’
Seis meses más tarde en su Wed decía: ‘…espero poner un estudio en marcha tan pronto como pueda. Aún estoy un poco frágil.’ Al poco tiempo su página Wed ya no era accesible.
Los acontecimientos nos habían hecho temer lo peor, pero en el 2008 y en una amplia e interesante entrevista (Fabrica de garabatos) con uno de sus discípulos, parecía totalmente restablecida. Entre otras cosas decía: ‘Estoy dibujando marinas. Me gustan. Son en blanco y negro. Ya no me gusta el color para este tipo de dibujos. El blanco y negro tiene más posibilidades para la abstracción, pues permite al artista obligar al espectador a utilizar su imaginación.’
El tono de la entrevista era distendido y manifestaba su proyecto en realizar esculturas en terracota para la edición seriada en ‘piedra del vaticano’ (un tipo de cementina muy maleable, blanca como el yeso y de gran dureza).
Lo novedosos en la obra de Jeff Jones.
La página única no es, ni mucho menos, un invento de Jeff Jones. Pero hay algo en su tratamiento narrativo que la hace diferente. Su utilización en la plancha de grandes espacios blancos, que ya había sido ampliamente tratada en Europa por Battaglia y Maroto, toman en él una nueva tonalidad que la transforma en un marco especialmente sugerente.
Inicialmente el grafismo de Jeff Jones, aunque personal, era incuestionablemente heredero del de Frazetta. Pero con el paso del tiempo se parecería cada vez menos al de su modelo inicial y adoptaría unas características propias en su serie de ‘Yo soy el tiempo’. ¿Donde hubiera podido llegar? No lo sabremos nunca, pues su ruptura con el mundo de las viñetas ha sido prácticamente total desde entonces.
La verdad es que sus entrevistas, siempre se ha notado un cierto desdén hacia el cómic en particular y sus autores en general. Le costaba muchísimo dar algún nombre de la viñetas, en cambio se explayaba a gusto con los artistas clásicos (Tiepolo, Rembrant, Degas, Rodin, Whistler…). Reseñaba el nombre de Walt Disney en ocasiones. Pero esta claro que lo suyo era ‘el gran Arte’. Sobre la pintura clásica dijo en una ocasión: ‘El Renacimiento fue un periodo de explosión de creatividad. Los antiguos maestros trabajaban con pasión y corazón para crear imágenes extraordinarias. Cada vez que vuelvo a ellos encuentro algo nuevo.’
Las temáticas de Jeff Jones están inmersas permanentemente en mundos femeninos esteticistas, que se mueven entre lo morboso y lo delicado. Son mundos que tienen que ver con lo que podríamos llamar una sensibilidad psicoanalítica, lejana del filtro de lo racional. La introspección por asociación y la irracionalidad es lo que mejor define su obra desde lo narrativo.
El éxito de Jeff Jones en los 70 no solo fue fruto de su talento artístico, sino también de unas características de la época que la hacían especialmente afín a los cambios y experimentaciones en lo gráfico. Hoy en día este interés ha disminuido enormemente y el punto de mira del cómic en el presente está centrado sobre todo en lo narrativo.
Jeff se fue alejando del mundo del cómic y se adentró en la ilustración y la pintura, en donde a lo largo de años ha sido considerado un reputado artista. Su paso por las viñetas parece haber sido de carácter utilitario, para llegar a lo que a Jones verdaderamente le interesaba y que explicaba en 1977: ‘Quiero solo trabajar como me gusta. Quiero dejar detrás de mí algo que merezca la pena cuando muera. Lo demás no me interesa.’ Al cabo de los años matizaría la cuestión y dijo: ‘Desarrollar el trabajo como uno mismo quiere y ser a la vez uno mismo, no es tarea fácil’.
Para Jones, en la pintura no puede haber metáforas: ‘Cada objeto posee su propio nombre visual. Con la mirada no se puede generalizar, porque cada cosa que se ve es obviamente ella misma y no necesita nombre. Por ello hay que comunicarse en el arte del modo más claro posible.
Jeff Jones resume su concepto del arte, el mundo y las cosas con muy pocas palabras: ‘El arte es una manera de mostrar las cosas tal y como yo las veo. Pero para mí una cosa no es real porque otros puedan verla. Es real porque está presente, porque tu quieres que esté presente.’ Jones dixit.
Más allá de sus complejas peripecias vitales, Jeff Jones es un magnífico artista y lo vamos a demostrar con ‘Idyl’, su obra más famosa. Quizás le falte ‘un algo’ que no sabríamos definir, pero indudablemente cuando observamos sus pinturas e ilustraciones, no nos cabe la menor duda de que a lo largo de toda una vida y a través de su trabajo, Jeffrey Catherine Jones ha sabido dar cumplida respuesta a la pregunta que le hacia su tía abuela ciega cuando apenas contaba cuatro años y no podía ni siquiera imaginar lo que vendría después.