Entre algunos dibujantes de cómics existen en muchas ocasiones prejuicios que pueden calificarse de pueriles. He podido escuchar en distintas conversaciones frases como: “Fulano si que era buen dibujante, era capaz de sacarte un caballo perfecto a tinta, sin apenas abocetarlo a lápiz... etc”. El lector de historietas no atiende a estas cosas, solo al resultado final. Además no se puede olvidar que Raymond (creador de Flash Gordon y Rip Kirby), el día de su muerte, iba a hablar con Stan Drake en especial de las máquinas "Polaroid", que este último utilizaba en “The Heart of Juliet Jones”, y esta máquina fotográfica era lo más semejante entonces de lo que hoy en día seria la fotografía digital.
Así que no nos extraña que con estos prejuicios, la mayor parte de los profesionales procuren esconder en el “santa-santorum” de su estudio los pequeños trucos de su oficio: “No dejaba entrar a casi nadie, para que no se viera que casi todo lo copiaba de fotografías”. Y aquí hemos llegado a donde íbamos. La fotografía como base o elemento auxiliar en el difícil trabajo de hacer un buen cómic.
En primer lugar diremos que el autor que intente basar todo su trabajo en la foto, tiene poco porvenir. Sin una base sólida de dibujo es difícil desarrollar algo interesante desde el punto de vista artístico. Pero, dicho esto, la utilización de la foto en ocasiones (y no solo para la documentación) es útil y necesaria. Sió, en la mayor parte de los casos utilizaba la foto como base para lo que hacia y sin embargo tiene auténticas obras maestras. En otros casos, la cosa no queda tan bien. Así que el problema no está en la foto, sino en el uso que se hace de ella. Hemos querido ilustrar nuestras opiniones con dos ejemplos de utilización adecuada de la foto. El primero es una obra de Luis García, con la colaboración inestimable de Carlos Giménez. El segundo es un par de páginas de los relatos cortos del mejor Moebius. Ambos ejemplos muestran con claridad lo que queremos decir. El primero ilustra lo que seria la utilización de la foto como base para una obra en concreto, sin que por ello esta pierda frescura. El segundo se refiere más a la aplicación aleatoria del archivo fotográfico para el enriquecimiento o mejora de una historia previamente elaborada.
LOVE STRIP (Luis García + Carlos Giménez)
En 1972 Goscinny (guionista de Asterix), que dirigía “Pilote” (el semanario de cómics mas importante de aquella época) impresionado con los trabajos de terror de Luis García (que entonces tenia 26 años) para la Editorial de Jim Warren en USA, decidió hacerle el encargo de una serie.
Le permitió escoger guionista (no siempre lo hacia) y este opto por Víctor Mora (el autor del guión de "El Capitán Trueno"). Entre ambos crearon “Las crónicas del sin nombre” que aunque desgraciadamente no tuvo un gran éxito comercial, fue sin lugar a dudas un trabajo excelente; dentro de él y como historia individualizada se encuentra una de las joyas del cómic español, “Love Strip”. La obra es compleja, pero narra en resumidas cuentas una relación amorosa triangular en los estertores del franquismo. Se decidió que la narración tuviera la fotografía como base de trabajo y en la adjudicación de papeles, Carlos Giménez y Victor Mora asumieron la representación de los principales protagonistas masculinos. La narración se mueve a dos niveles gráficos, el hiperrealista (mas cercano a la fotografía) de Luis García para el espacio-tiempo en la que se mueve el protagonista y el más cercano al cómic tradicional (solo línea y mancha negra) de Carlos Giménez para los contenidos imaginarios.
Si contamos con las fotos es porque sus autores las dejaron publicar hace tiempo, aunque en España no creemos que estén muy vistas.
"Love Strip" se publicó por primera vez en español en la revista de información y estudios sobre la historieta BANG! nº 10 de 1974. Posteriormente se publicó, incluida entre otras historias recopiladas de los mismos autores, en 1978 por J. Toutain Editor, con el título de "LUIS GARCÍA- VÍCTOR MORA, LAS CRÓNICAS DEL SIN NOMBRE", y dentro de la colección "Biblioteca Totem", en el nº 16 "LAS CRÓNICAS DEL SIN NOMBRE" de 1982, y por la editorial Glenat con el título de "CRÓNICAS DEL SIN NOMBRE".